En la actualidad, el principal sistema de carga de un vehículo eléctrico es a través del cargador. Un mecanismo que, a través de la comunicación entre la red eléctrica y el automóvil, permiten recargar las baterías y el desplazamiento de manera autónoma del vehículo durante una serie de kilómetros.
El sector del automóvil lleva años inmerso en un profundo proceso de transformación que ha caminado en paralelo entre el aumento de la opinión pública global y la preocupación por el medioambiente y la sostenibilidad de los ecosistemas del planeta. Las nuevas tecnologías, la aprobación de regulaciones que intentan atajar el problema de la contaminación en las ciudades y el desarrollo de inéditas soluciones de movilidad que compiten con los motores de combustión interna, como son los casos del coche eléctrico y del coche híbrido, han acabado de componer un panorama desafiante para las compañías del sector, que están trabajando muy duro para contribuir al próximo escenario de una movilidad más ecológica y mucho más sostenible.
En toda esta realidad, uno de los ámbitos en los que más esfuerzos se están implementando desde el punto de vista de la investigación y la innovación es el del coche eléctrico. El objetivo principal es igualar las prestaciones que ofrecen a día de hoy los motores de combustión interna, y que tienen en la autonomía de los vehículos un hándicap todavía muy importante por superar.
Los lugares en los que el coche realiza el proceso de absorber energía se llaman puntos de recarga, que deben contar con unos dispositivos de protección que se establecen según la normativa de cada país. En España, la ley ITC BT-52 relativa a la infraestructura de recarga del vehículo eléctrico fija, por ejemplo, cómo evitar una sobretensión en la red o en cualquier cortocircuito, obligando a implementar diferenciales de tipo B que sirven para estar protegidos ante cualquier fuga. La energía puede ser suministrada por corriente alterna o continua, y es muy importante conocer si el cargador del coche va asociado o no a una plataforma de gestión.
Un desafío por delante
La escasa autonomía de un coche eléctrico está obligando tanto a empresas como a gobiernos a invertir cuantiosas cantidades de dinero para labores de I+D así como a dedicar recursos a ideas y soluciones creativas que ayuden a la recarga. Por ejemplo, países como China han desarrollado carreteras que permiten la captación de energía por parte de estos vehículos a través de la energía solar. Algo parecido, basado en la electrificación de carreteras, se ha implementado en lugares como Suecia o Reino Unido. Los países miembros de la Unión Europea están volcados en fomentar, a través de ayudas económicas, que los propietarios de un automóvil eléctrico puedan instalar un punto de recarga en su garaje.
A día de hoy, existen distintos tipos de recarga eléctrica: desde la súper lenta (en la que intensidad de corriente apenas llega a los 10 amperios y la carga tarda alrededor de doce horas en completarse); hasta la ultra rápida (por medio de los supercondensadores las baterías pueden llenarse en cinco minutos). La más extendida, la convencional, soporta una corriente de 13 amperios y 230 voltios (misma intensidad y voltaje que una vivienda normal). Esto permite tener el coche totalmente cargado en unas seis horas. Además, es la que habitualmente se coloca en el garaje de casa y no requiere ningún proceso complejo de instalación.
En cuanto a los cargadores de coches eléctricos existen también diferentes tipos. Uno de los utilizados es el Schuko, compatible con las tomas de corriente en Europa bajo el estándar CEE 7/4 tipo F (hasta 16 amperios), aunque solo sirve para recargas lentas. Por su parte, el CCS se caracteriza por disponer de 5 bornes para corriente, toma de tierra y comunicación con la red y admite tanto recarga rápida como lenta, por lo que está bastante extendido entre las compañías de automoción sobre todo europeas y norteamericanas. Sin embargo, las asiáticas usan, mayoritariamente, el SAE J1772 (o Yazaki), que también posee 5 bornes y un conector específico para vehículos eléctricos. Cuenta con dos niveles: uno de 16 amperios y otro de 80 amperios, según la velocidad de la recarga que se desee implementar.
Además de la recarga a través de enchufe, se están desarrollando cargadores inalámbricos igual que los que existen para los teléfonos móviles. De hecho, ya se comercializa alguno basado en inducción, con una bobina que se coloca en el suelo del vehículo y una placa base debajo del coche. El problema es el elevado precio que tienen actualmente, por lo que se suelen asociar a un contrato de alquiler. También hay que señalar que su velocidad de recarga no es demasiado elevada. Es importante tener en cuenta lo que cuesta cargar un coche eléctrico, ya hay que tener en cuenta el coste de la instalación del punto de recarga en la plaza de garaje que ronda entre los 500 y los 1.000 euros. Todo apunta a que en los próximos años las compañías deberán ponerse de acuerdo para intentar unificar los formatos de cargadores y sistemas de recarga que existen, de modo que se contribuya a facilitar la transición global hacia el coche eléctrico poniendo en el mercado soluciones estándar.