Hace algunos días, durante una comparecencia en la Cámara de Diputados, Gabriel Yorio, subsecretario de Hacienda, dijo que 125 empresas han mostrado interés por establecerse en México –lo que responde a la tendencia de la relocalización o nearshoring. Esto podría representar, según especificó, una inversión de 60,000 millones de dólares (mdd). El buen escenario responde a una serie de factores que juegan a nuestro favor. ¿Cuáles serían los más relevantes? Tenemos un costo competitivo de mano obra; uno de los tratados comerciales más relevantes —según el CCE, el T-MEC ya produce 55% del PIB—; nuevos incentivos fiscales y una ubicación geográfica privilegiada. Además, continúan las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, lo cual aumenta el atractivo de México.
¿Qué podría modificar esta franca tendencia ascendente? El sector energético. Y es que parece estar en una extraña calma.
Existen varios frentes abiertos. Por un lado, se suspendieron las Rondas (conjunto de licitaciones) que permitían a la iniciativa privada licitar para que junto con la empresa productiva del estado pudieran llevar a cabo actividades de exploración y extracción de hidrocarburos. La última Ronda se publicó en el año 2018. De acuerdo con información de rondasmexico.gob.mx, los ingresos acumulados del Estado hasta junio del 2023 por contratos petroleros fueron de 8,427 millones de dólares.
Por su parte, el Monitor de Energía del IMCO (Instituto Mexicano para la Competitividad) indica que la producción petrolera diaria se encuentra en uno de sus puntos más bajos desde el año 2000. En julio de este año se encontraba en 1,636.47 mbd (miles de barriles diarios). Uno de los momentos de mayor producción durante estos 23 años se dio en diciembre del 2003, cuando se alcanzaron los 3,455 mbd —la producción se ha reducido en poco más de 50%.
Otro aspecto que no podemos perder de vista es la enorme demanda que México tendrá —y que ya existe— de gas. Y es que la demanda incrementará por la puesta en marcha de empresas que buscarán estar más cerca de su mercado más importante. En este sentido, las cifras tampoco son positivas. De acuerdo con el Monitor de Energía del IMCO, en enero del año 2000 se importaban de Estados Unidos 5,937 Millones de pies cúbicos (MMpc), mientras que en junio del 2023 se importaron 203,526 MMpc. Consideremos que México es el sexto país con más gas en el mundo.
Respecto a las energías limpias en el año 2017 se lanzó el compromiso de establecer una estrategia para que, en el año 2024, 35% de la generación eléctrica fuera con energía limpia. Esto, hace un par de años, se aplazó para el año 2030. En el año 2022, de acuerdo con el IMCO, 28.7% de la energía eléctrica generada en México fue limpia.
Durante los últimos años en el tema energético los permisos que se requieren para el desarrollo de infraestructura o para la importación, por ejemplo, de gas u otros hidrocarburos han presentado una falta de agilidad.
Estas 125 empresas que están buscando establecerse en México lo primero que querrán asegurar es que puedan disponer de recursos como agua, energía eléctrica e infraestructura para operar –esto sin dejar a un lado la necesidad de talento calificado–. De no tener estos satisfactores, podrían desincentivarse las inversiones.
Por su parte, Colombia ha realizado trabajo para atraer inversión, incluso Venezuela —aunque su situación política juegue en contra—, también podrían entrar en la ecuación Perú y Panamá. No podemos dejar a un lado países como Brasil y Argentina, que, aunque se encuentran muy al sur del continente, podrían generar interés en las empresas.
La siguiente administración tendrá grandes desafíos. El primero de ellos será una reforma fiscal amplia y el siguiente será atender las controversias del T-MEC en temas laborales y energéticos. Otro gran reto es, sin duda, la inversión en infraestructura productiva.
Esta calma del sector energético podría terminar el año entrante, con una nueva administración, y con los nuevos actores que encabecen a las secretarías relacionadas. A este escenario habría que agregarle el estrés global provocado por los conflictos en Rusia, Ucrania y, ahora, Israel.